En este año de intercambios (marcado por la COP21 que tendrá lugar en Paris en diciembre) sobre las mejores maneras de combatir el desafío climático nos veremos obligados a preguntarnos qué rol pueden jugar las ciudades. Primer cambio necesario: dejar de enfocar el problema desde el punto de vista «es lo más grave que afrontamos». Tenemos más oportunidades de avanzar diciendo: «reduciendo el impacto urbano en el clima es donde podemos ser más eficaces».
Primera consecuencia, en lugar de preguntarse por la producción de energía hay que empezar a ver cómo economizar la que se utiliza.
El enfoque tradicional dominante consiste en buscar fuentes de energías limpias y renovables como la solar o la eólica, sin olvidar la biomasa y la energía de los mares o los volcanes, entre otras. Se trata de pedir aquella que contamine menos (directa e indirectamente), y aquella que cueste menos.
La novedad consiste en poner el acento sobre el impacto que podría tener una mejor gestión de la energía utilizada y en su reducción. No se trata solamente de pedir a los usuarios que presten más atención. La idea central es utilizar las tecnologías de la información para consumir más inteligentemente. Las perspectivas son muy alentadoras.
Una vez más tenemos varios enfoques… compatibles.
La primera, muy general, consiste en poner en marcha las «smart grids», es decir las redes inteligentes de distribución de electricidad.
Reposan sobre 3 principios esenciales.
En primer lugar, acercar la producción al consumo en lugar de centralizarla y hacerla circular por grandes distancias.
Luego, integrar múltiples fuentes, también los consumidores, par que puedan compartir su producción con la red.
Finalmente, utilizar software y tecnologías de la información para mejorar la gestión.
Wikipedia (francés) nos da la siguiente cita: «La contribución de las tecnologías de la información permitirá el ahorro de energía al suavizar los picos de demanda y disminuyendo las capacidades de producción en punta que son las más caras, asegurar la red y reducir el coste.»
Italia nos ha dado otro ejemplo de que esto puede hacerse. ENEL, una de las más grandes multinacionales de la energía, y la operadora Telecom Italia han llegado a un acuerdo para aprovechar las posibles sinergias entre sus dos redes, que son muy diferentes.
A nivel de los municipios, la ciudad de Niza participa en CityOpt, una experiencia participativa europea. Entre los elementos observamos una red social que permitirá a EDF sugerir a los usuarios reducciones de consumo dependiendo de los periodos punta.
También vemos la emergencia de nuevas tecnologías como las propuestas por dos startups americanas.
RadiatorLabs ayuda a reducir la utilización ineficiente de calefacción. La compañía afirma poder ayudar a reducir el consumo energético en un 40% en el norte de los Estados Unidos y Canada.
De manera completamente diferente – lo cual ilustra la multiplicidad de procesos compatibles – Blocpower ayuda a los edificios de barrios desfavorecidos a reunirse para poner en común un programa de rehabilitación. Esto podría ayudar a las escuelas, a las iglesias y a las viviendas sociales a obtener créditos a los que por separado, no tendrían acceso.
Son sólo ejemplos. Un montón de startups proponen soluciones diferentes, por ejemplo instalar inteligencia en las tomas de corriente para contribuir a una mejor gestión del consumo.
Lo que importa es abordar el problema desde diferentes ángulos y sacar el máximo partido a cada uno. Ninguna solución es, por sí misma una panacea, pero darle la vuelta al enfoque tradicionalmente adoptado, y abordarlo por los municipios y por lo consumidores, puede ayudar…
Este artículo ha sido publicado por i.ambiente el 3 de octubre del 2015.