La participación ciudadana en la gestión de la ciudad es una idea bonita extremadamente difícil de implementar en la cotidaneidad. La mayoría de nosotros nos conformamos cuando vamos a depositar nuestra papeleta en las urnas, en unas fechas remotas entre sí, para delegar nuestro poder en funcionarios electos que, a menudo, solo vuelven a aparecer en los siguientes comicios.
De Túnez, al Cairo, de Madrid a Kiev, de Paris a Manhattan, las crisis que nos afectan dan lugar a bellísimas manifestaciones tumultuosas que dejan con demasiado frecuencia tristes secuelas. Los que se movilizan tan fácilmente cuando las cosas van mal, parecen perder su motivación cuando, al regresar la calma, hay que pasar a la gestión. La participación está en todos los discursos políticos (sobre todo el electoral) pero nadie sabe realmente cómo hacerlo. En todo caso, no ellos.
Ante la falta de receta, probemos a retener ciertos elementos susceptibles de facilitarla, comenzando por cinco ideas inspiradas en el quehacer de actores locales.
Simplificar la tecnología, hacerla más comprensible– Este es el propósito del Neoyorkino Daniel Latorre en su acción para ayudar a los interesados en visualizar el trazado de los carriles bici que solicitan. Los mapas satélite son más esclarecedores y suscitan más debate. «La gente lo entiende mucho mejor que con los mapas tradicionales muy abstractos», me explicó él.
Ciudades sin límites, la herramienta de urbanismo colaborativo desarrollada por el arquitecto Alain Renk va más allá. Esta aplicación para iPad, premite a los habitantes de un barrio ver cómo sería este si tuviese por ejemplo, más casas, más personas o más arboles. Esto puede ayudar a tener una mejor comprensión de las implicaciones de las múltiples elecciones y abrir la puerta al debate entre todos los que expresaron su visión.
Partir de lo concreto, que afecta a la vida de la gente– Como muestran los ejemplos encontrados por mis alumnos de la Paris School of International Affairs de Sciences-Po, los proyectos que funcionan suelen partir de problemas concretos. Jaccede.com a partido del objetivo de hacer la ciudad accesible a personas con movilidad reducida. Activo en 16 países RepairCafe.org permite a los miembros el «reparar» sus objetos rotos en lugar de tirarlos a la basura.
Organizarse de manera diferente – Dominantes en la vida administrativa y política, las estructuras jerárquicas eran más eficaces cuando la comunicación horizontal era imposible. La eficiencia de hoy se encuentra más en el lado de las organizaciones en red (o de estructuras híbridas) en las que cada punto puede comunicar directamente e instantáneamente con todos los otros. Teniendo la capacidad de reunirse y dispersarse rápidamente, se acomodan a la ausencia de un líder dando órdenes y toleran a los que inspiran. A diferencia de lo que pasa con los partidos políticos, la participación es temporal y se materializa en objetivos limitados. Ello supone, evidentemente, la dilución de las responsabilidades (ausencia de accountability, término anglosajón para el que no tenemos buena traducción). Las vemos emerger por todos lados, por ejemplo en las múltiples iteraciones del movimiento Occupy.
El tamaño importa– Y small is beautiful, again. Esto es lo que da fuerza de la acupuntura urbana implementada en su ciudad por Jaime Lerner, anterior alcalde de Curitiba en Brasil. El reciente libro Tactical Urbanism va en el mismo sentido. La gente participará tanto menos si el proyecto es gigantesco y tanto mejor si el proyecto es a escala humana.
Nano-poder – Está bien dar poder a las personas, o mejor aún que ellos lo tomen (para mejorar un servicio público, por ejemplo). Pero se trata de poder a pequeña escala. La verdadera participación implica contribución al diseño, a la concepción y gestión de los territorios. Más que de fijarse en el Estado o en las autoridades territoriales, se trata de tomar poder juntos, aquí y ahora, aunque sea en un lugar muy pequeño y así, influir en el resto.
Este artículo ha sido publicado por i.ambiente el 1 de junio del 2015.