Ensamblados molécula por molécula, los diminutos motores capaces de desplazarse en los vasos sanguíneos para componer posibles lesiones cuentan dentro de las promesas más atractivas de la nanotecnología. Si tal perspectiva sigue siendo lejana, hay nanoproductos en venta y la nanotecnología se está haciendo realidad, lo cual conlleva preocupaciones sobre sus peligros potenciales y hace necesario un debate para evaluar sus beneficios y sus riesgos.
San Francisco, California, 15.feb.04
La nanotecnología es todo lo que implica el manejo de la materia a escala del nanometro (mil millonésima parte de un metro), algo entre cincuenta y ochenta mil veces más pequeño que un cabello.
EEUU ya produce centenares de toneladas de productos con nanopartículas al año en forma de polvos, cremas o productos elaborados como pelotas de tenis y tejidos que no se manchan. Se vendieron por casi 8 mil millones de dólares en 2003 y el mercado podría crecer a un ritmo de 30% por año hasta el 2008 según la Business Communications Company (BCC), una sociedad especializada en el análisis de los mercados tecnológicos. En un par de años veremos aparecer revestimientos sobre los cuales las bacterias no se podrán fijar y células productoras de energía solar.
Según BCC, la nanotecnología no es ni una ‘industria’ ni un mercado, es, «una ‘enabling technology’, una herramienta para construir tecnologías más avanzadas cuya importancia descansa principalmente en el impacto que tendrá sobre industrias y mercados ya establecidos». Se hará sentir en todas las áreas pasando de la producción de ‘cosas’ cada vez más pequeñas elaboradas de manera tradicional (por ejemplo transistores) al ensamblaje de herramientas y aparatos (computadoras o nanomotores) a escala nano.
Dos estudios publicados en enero en el Toxicological Sciences Journal, muestran que puede haber riesgos. La primera, realizada por Dupont bajo la dirección de David Warheit muestra que ciertas ratas expuestas a dosis fuertes de nanotubos murieron por un bloqueo pulmonar. La segunda, realizada para la NASA por Chiu-Wing Lam de los laboratorios Wiler, concluye que, bajo ciertas condiciones «si los nanotubos de carbón llegan a los pulmones, son mucho más tóxicas que el carbón negro y pueden ser más tóxicas que el cuarzo, considerado un riesgo ocupacional serio».
Ambos estudios precisan que es temprano para sacar conclusiones de sus experiencias un tanto brutales (en una de ellas los nanotubos fueron prácticamente inyectados a las ratas). Hay que repetirlas en mejores condiciones, por lo cual hace falta dinero y tiempo.
Resulta que partículas muy pequeñas pueden ser muy tóxicas. A escala nano, pueden penetrar en las células y desencadenar reacciones todavía mal conocidas. El impacto sobre el medio ambiente es todavía un misterio. Algunos, incluyendo el canadiense ETC Group, están pidiendo una moratoria sobre la investigación hasta que se haga una seria evaluación de los riesgos. Dicha ONG fue de las más influyentes en la lucha contra los alimentos genéticamente modificados y contribuye a que ciertos industriales de la nanotecnología se pronuncien a favor de un debate público. Nadie quiere encontrarse en la situación de Monsanto.
Larry Bock, presidente de Nanosys, una empresa con gran potencial en el sector nos declaró estar a favor de un debate que tome en cuenta «tanto los riesgos como los beneficios de la nanotecnología con relación a las convencionales».
Si algunas partículas causan serias lesiones pulmonares,»sería una razón para dejar de producirlas,» afirmó. Insiste sin embargo en la necesidad de un análisis que incluya costos y beneficios. Las células solares, por ejemplo, podrían permitir, reducir el uso de combustibles fósiles que emiten miles de millones de partículas nocivas cada día.
«Lo bueno de la nanotecnología es que llama la atención alrededor de un concepto nuevo. Lo malo es que no define nada en particular. Decir que la nanotecnología es mala es una afirmación demasiado general,» afirma Bock quién retoma el análisis de BCC mencionado arriba. De lo cual se desprende que resultaría éroneo afirmar que es «buena». Ahí es cuando un debate público podría ser útil y, si se lanza a tiempo, autenticamente innovador.
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