Con cátedra en Barcelona y Los Ángeles, el catalán Manuel Castells es una referencia indispensable para quién se interesa en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Trátese de la internet, de las empresas organizadas en red, de la globalización, de las formas de operación de narcos y terroristas, o de la naturaleza de las ciudades de hoy, de los flujos que pasan por ellas y del resurgimiento de los fundamentalismos identitarios, Castells aborda todos esos temas, y muchos más, en su ambiciosa trilogía sobre La era de la información. Siempre vale la pena volver a lo que escribe.
San Francisco, California, 22.dic.03
Este considerable trabajo universitario ayuda primero a leer el periódico, a entender el mundo y su evolución: desde el conflicto con Al Qaida hasta la organización mundial de la producción y las reacciones que desencadena, son asuntos de redes.
La transformación de nuestra «cultura material» bajo el efecto de un nuevo paradigma se articula alrededor de las TIC de la misma manera que las revoluciones industriales anteriores se articularon alrededor de la energía. Su materia prima es la información. «Se trata de tecnologías para actuar sobre la información y no solamente de información para actuar sobre la tecnología como era el caso en las revoluciones tecnológicas anteriores,» explica.
El surgimiento de La sociedad en red (título de su libro más conocido del cual provienen las citas de esta nota) se debe en gran medida al hecho que todo sistema que utiliza las nuevas TIC obedece a una «lógica de red» (networking logic).
La morfología de las redes se adapta perfectamente a la gestión compleja de interacciones materiales y/o simbólicas. Permite una gran flexibilidad, la cual resulta esencial a la sobre vivencia y a la innovación. «No solamente los procesos son reversibles, pero organizaciones e instituciones pueden ser modificadas y hasta fundamentalmente alteradas por la redistribución de sus partes.»
«El orden sobre el fondo del cual pensamos no tiene el mismo modo de ser del orden de los clásicos,» escribió Michel Foucault a propósito de la emergencia de la modernidad occidental. El nuevo paradigma informático y la lógica de las redes según la cual opera nos obliga ahora a cambiar «las categorías bajo cuales pensamos todos los procesos.» Tenemos que iniciarnos en el pensamiento complejo del cual Castells precisa que «debería ser tomado como un método para entender a la diversidad, más que como una meta teoría unificada».
La discontinuidad «informacional» apareció en el último cuarto de siglo y opera a escala planetaria. Con otros, Castells estima que el pasaje de la modernidad a «la era global» se explica por el hecho que «el espacio organiza al tiempo en la sociedad en red». Las TIC permiten coordinar las prácticas que se dan de manera simultánea en lugares distintos. Para entenderlo hace falta dejar de mirar al mundo como un conjunto de espacios definidos por sus fronteras. «Nuestra sociedad, escribe, está construida alrededor de los flujos: flujos de capitales, flujos de información, flujos de tecnologías, flujos de interacciones organizacionales, flujos de imágenes, de sonidos y de símbolos.»
Lejos de alabar al Dios Red, Castells subraya que la tecnología está siendo utilizada de manera innovadora por terroristas y narcos. Más grave todavía, en un ensayo posterior, compara las redes financieras informatizadas de las cuales depende la vida económica del planeta a un autómata, materialización de la antigua pesadilla en la cual las máquinas controlan al mundo. No se trata de robots pero del «sistema electrónico de transacciones financieras que anula controles y regulaciones de gobiernos, instituciones internacionales y empresas financieras privadas, sin mencionar a los inversionistas individuales, a los consumidores y a los ciudadanos.»
Este mega autómata marginaliza tanto como integra. Leyendo a Castells uno entiende mejor el funcionamiento de las empresas a escala planetaria tanto como las reacciones identitarias de las milicias de la derecha americana, de los movimientos indígenas de Chiapas y América Latina, o de los islamistas que se sienten humillados.
Ni buenas, ni malas, las tecnologías de la información y de la comunicación no son neutras y son omnipresentes. Por esto, tenemos que entenderlas. En esto, Castells resulta ser una invaluable ayuda.